La “Gran guerra de los Emu” fue una operación militar llevada en la zona oeste de Australia durante la segunda parte de 1932. Terminada la primera guerra, un gran número de veteranos recibieron del gobierno tierras de cultivo en el oeste. El terreno era difícil y las condiciones complicadas, pero consiguieron asentarse. Luego, con la llegada de la gran depresión, el gobierno pidió un aumento de la producción de trigo bajo la promesa de subsidios (que nunca se dieron). Para octubre del 32, la crisis se hizo más intensa con los granjeros, que andaban preparando la cosecha mientras amenazaban con no entregar el trigo.
En medio de este escenario, aparecieron 20 mil emus, que usualmente migran durante su temporada de apareamiento hacia la costa. Durante el camino, se dieron con la sorpresa de encontrar grandes campos de cultivo, suministros de agua destinados al ganado y un hábitat generoso. De pronto, el oeste salvaje era el paraíso terrenal de los emu. Frente a esto, se hicieron un festín. Devoraron las cosechas y dañaron severamente las cercas que evitan la entrada de los conejos a la zona (otra plaga que se merece su propio acápite)
Fue así que los granjeros, todos ex militares, acudieron al ministerio de defensa y exigieron entrevista con Sir George Pearce, el ministro. Requirieron el despliegue del ejercito australiano armado con metralletas para acabar con los animales. El ministro accedió, bajo la condición de que los granjeros corrieran con el costo de comida, vivienda y pagaran por las municiones. Se llegó a un acuerdo y así comenzó la guerra. Cuando se le pidieron explicaciones a Pierce, detalló que las aves eran buenos blancos de práctica y que además, con eso, podría calmar ciertas ideas de secesión por parte de los granjeros militares.
Las operaciones de combate fueron conducidas por el mayor G.P.W Meredith, de la séptima batería de artillería del ejército real. Con él, el sargento S.McMurray y Gunner J. O’Halloran desplegaron ametralladoras Lewis y diez mil rondas de munición para acabar con los emus.
El 2 de noviembre los soldados marcharon a Campion, un terreno agreste donde se divisaron 50 emus. Como las aves estaban fuera del alcance de las ametralladoras, los granjeros locales trataron de arrear a los animales a una emboscada, pero los emus se dispersaron en grupos pequeños y corrieron por todas partes. Incluso fuera del rango de las ametralladoras, unos doce valerosos emus cayeron en combate.
Un segundo operativo intentó planear una emboscada cerca de una represa, donde se llegaron a contar unos mil emus. Esta vez, los soldados esperaron pacientes a que los animales estuvieran al alcance de las armas. Cuando al fin los tuvieron en la mira, las ametralladoras Lewis se atascaron, y los emus escaparon exitosamente a la emboscada.
En los días subsiguientes, el ejército se movilizó más hacia el sur, donde los emus permanecían “relativamente mansos”. Durante el cuarto día de movilizaciones, Meredith y sus oficiales notaron que los animales se habían dividido en grupos pequeños, con líderes de manada por grupo (emus de 6 pies de alto y plumaje negro montaban vigilancia mientras sus compañeros continuaban con la destrucción de los campos en grupos esparcidos). El enemigo estaba organizándose.
Durante un punto, Meredith dispuso colocar las ametralladoras Lewis sobre una camioneta y perseguir a las aves a tiros. Lo difícil del terreno hacía imposible apuntarle a los animales, que aventajaban al vehículo en movilidad y velocidad. Un valeroso mártir se lanzó a las ruedas del camión, sacándolo de combate y anotándole otra victoria a los emus. A la fecha, 50 emus habían caído en combate y 2500 rondas de municiones fueron disparadas.
Frente a esta situación, el ornitólogo Dominic Serventy comentó al respecto que “los sueños de los soldados de disparar a quemarropa a los emus pronto se evaporaron. El comando Emu ordenó tácticas de guerrilla inmediatas, separando a su manada en innumerables pequeños grupos que hacen del uso de material militar, una respuesta costosa”.
Después de un mes, el ejercito australiano aceptó su derrota y ordenaron la retirada. Ante el parlamento y los medios de comunicación, Meredith trató de justificarse comparando a los animales con la tribu de los Zulu y alabando la resistencia del enemigo a las armas de fuego.
“Si tuviéramos una división militar con la capacidad de resistir el fuego de munición y la maniobrabilidad de estas aves, podríamos acabar fácilmente con cualquier pelotón de artillería móvil pesada del mundo. Estos emus aguantan fuego de ametralladora mucho mejor que los tanques. Son como Zulus, que no caen ante balas dum-dum”.
Miembros del parlamento australiano respondieron al reporte diciendo que los emu se merecían condecoraciones militares por su victoria.
Aunque los Emu ganaron la primera campaña, una segunda se llevó a cabo a pedido de los granjeros. La invasión de los emus había crecido y el aumento de la temperatura amenazaba con traer sequía a los cultivos. James Mitchell, el premier de Australia del Oeste les dio su apoyo a los granjeros y se renovaron los operativos militares. Meredith fue enviado al frente nuevamente, dado que no había ningún otro oficial experimentado ante la amenaza emu.
Entre el 12 y 13 de noviembre, el ejercito volvió a desplegarse y consiguieron abatir a 40 emus. Solo recién el 2 de diciembre empezaron a tener resultados, con 100 emus caídos en combate a la semana. El 10 de diciembre, Meredith informó que 986 emus fueron cazados en combate y 9860 municiones disparadas, a un ratio de 10 balas por muerte confirmada. Además, 2500 aves murieron como resultado de heridas no tratadas.
Esto no detuvo a los emus. Los granjeros continuaron pidiendo asistencia militar en 1934, 1943 y 1948, pero el gobierno se negó. A cambio, se elaboró un sistema de caza recompensa y se subsidiaron parte de las municiones.
A pesar que el gobierno australiano y el ejercito no tuvo ninguna baja durante la guerra, creo que los emu ganaron. Considerando las circunstancias, dieron una gran pelea. El gobierno no logró el extermino de los emu, que dieron una muestra de resiliencia y adaptación sin igual y terminaron en la memoria de una nación entera como ejemplo a seguir.